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El gaitero de Sword Beach


El nombre de Sword es como se conoce a la quinta playa normanda donde los aliados pusieron pie en la que seguramente es la batalla mas famosa de todos los tiempos. De unos ocho kilómetros de largo, Sword beach está situada entre los pintorescos de Ouistreham y Saint-Aubin-sur-Mer. Barrida por las fuertes corrientes y mareas típicas de esta parte de la costa francesa, no alcanza el renombre de Omaha o Utah, quizá porque no fueron unidades estadounidenses las que atacaron pese a que los combates fueran igualmente duros, pero nos regala una de esas anécdotas que surge entre el horror y la barbarie que nos dejó para el recuerdo la segunda guerra mundial.

Las ordenes eran claras. Durante muchos siglos los gaiteros escoceses (e irlandeses) habían tocado sus instrumentos en las batallas en las que los soldados de las highlands se habían visto envueltos. Sin embargo, desde la primera guerra mundial, el alto mando británico había prohibido esta práctica en el frente debido a las tremendas bajas que sufrían los músicos durante las batallas. Puesto que no podían correr, agacharse ni guarnecerse debidamente por el volumen de sus instrumentos y su peso, eran unos objetivos fáciles para los tiradores enemigos. Eso a Lord Lovat, el excentrico jefe de la primera brigada de comandos británicos con tan sólo treinta y dos años, no le importaba demasiado el día del desembarco. El seis de Junio de 1944 a las 7:25 de la mañana, entre el fuego de las baterías alemanas, Lovat dió una orden a su gaitero personal, Bill Millin: “Quiero que toques.”

A la derecha, Bill Milln desembarcando con la gaita en sus manos, delante de él, el excentrico Lord Lovat. Justo enfrente de Millin, un compañero cae muerto por una bala alemana. Foto: wikipedia.

Millin, en aquel entonces un joven de 21 años, veía las descargas en el agua y el fuego de mortero alemán por todas partes y pensó que su jefe estaba loco. Había tocado durante toda la travesía entre Inglaterra y las costas francesas, pero aquello era distinto. Intentó oponerse. “Señor, el reglamento dice…” Lovat le contestó: “Esta es la batalla más grande de la historia y quiero gaitas sonando en ella. Después ya me preocuparé de las consecuencias. Tu y yo somos escoceses y ese reglamento es Inglés. Eso entre nosotros no tiene validez.” Las compuertas de su barcaza se abrieron y Lovat, con su jersey blanco bajo la ropa de asalto, un collar con su nombre inscrito y su winchester de 1883, ese que tiene por sobrenombre “el rifle que conquistó el Oeste”, saltó a la playa. Delante del joven escocés, un compañero cayó muerto instantaneamente por una bala alemana. Millin, vestido con su kilt (fue el único hombre entre los 165.000 que desembarcaron aquel día ataviado así) y sin más armas que el típico cuchillo escocés y su gaita, tocó.

Entre los heridos, mientras bajaba de la barcaza alguien le dijo “Highland lady, amigo” y así lo hizo. Continuó con “road to the islands”. Los alemanes incluso dejaron de disparar durante unos instántes para asistir atónitos al espectáculo del joven tocando en la playa. A su alrededor sus amigos y compañeros -hasta seicientos treinta- caían abatidos por el fuego y la metralla de los soldados del Reich, tiñendo de rojo el agua del Atlántico. “Corría y tocaba, y seguía corriendo. Nadie vino a decirme qué tenía que hacer, ni que dejara de tocar, así que sólo me dediqué a mi gaita”. Millin veía a sus compañeros tumbados en la arena protegiendose del fuego enemigo mientras él soplaba su instrumento. Caminando por la playa sin descanso, interpretó su mejor repertorio durante toda la mañana.

Cuatro días después, la gaita de Millin fue silenciada al ser atravesada por la metralla de un mortero. Desde 2001 se exhibe en el museo de la guerra de Escocia, junto con su kilt y su cuchillo. Millin por su parte, recibió la cruz de honor de Francia por su valor durante la batalla. También se recreó su historia en la famosa película “El día más largo” y hoy, en Colleville-Montgomery, una estatua recurda su hazaña. Por su parte, su comandante, Lovat, fue una de las figuras más excentricas de la segunda guerra mundial pero fue siempre reconocido como un comandante brillante. Bill tocó su gaita en su funeral.

En 1984, durante las celebraciones de reconocimiento del día D, Millin supo por qué no había muerto aquel histórico seis de Junio. Allí conoció al comandante en jefe de las tropas alemanas en la playa Sword. Millin le preguntó por qué no le habían disparado. El comandante sonrió, palmeó en el hombro a Millin y le dijo: “Pensabamos que eras un “dummkopf” -un idiota o un loco- ¿Por qué malgastar balas con un dummkopf?”

Bill Millin tocando para sus compañeros.

Quizá las turbulentas historias de la segunda guerra mundial son las que han dado más fama a esta parte de Francia, pero Normandía no se limita a las playas. Rezuma historia y arte por los cuatro costados. Desde el tapiz de Bayeaux, una obra imprescindible para conocer la historia del país del queso en la edad media, hasta la catedral de Rouen, inmortalizada por Monet en su famosa serie de cuadros. No dejes de tomarte unas ostras con un buen vino de calvados en la playa de Lion-Sur-Mer, y si lo acompañas con un buen queso de Pont-l’Évêque, mucho mejor. Los impresionantes acantilados de Étretat, hermanos geológicos de los de Dover, en inglaterra, son un buen sitio para hacer un poco de trekking. Obviamente las playas de Omaha y Utah, con los cementerios de los caídos en el asalto, así como el memorial de la guerra de Caen son ejemplos excepcionales para comprender la famosa batalla de la segunda guerra mundial. Quizá en otro post, porque hoy me apetecía contar la historia del gaitero, Bill Millin.

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